Lluvia de pasiones, impregnada de claridad amorosa, pintar la mente de azules cielos, blancos inmaculados, verdes frondosos, tonos otoñales de impacto hermoso, viajar por las nubes , posarme en la arena blanca del Caribe, las olas bravías del Cantábrico y los siete mares que rodean al planeta de emociones transparentes e imágenes placenteras de paz y sosiego. Esos acantilados que cortan la respiración y calman el trote, esos verdes que arropan el alma en las montañas que rodean la costa. La música del espíritu, la sonoridad de la paz en el corazón travieso. Ese reír constante por tochadas, por encontrarse siendo el mismo ingenuo, genuino y veraz hasta pelando papas, hasta marcando con un palito el camino de las hormigas, mirando a los ojos al gato que siempre está meando los cauchos del carro del vecino, captar la imagen del zamuro que comparte basura con el perro callejero, sentir el picotear del azulejo que me visita cada tarde en la ventana, el colibrí que desayuna todas las mañanas libando las flores de las sábilas del balcón. Sonrío para crecer en misericordia sencilla, derroche de simplezas que transportan el amanecer de sombras entre una pequeñita luz que abre un as de vida
Titina Blanco Otero
10-12-21
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