domingo, 3 de octubre de 2021


 

Llegar al Puerto de la Guaira un medio día de mayo de 1958. Papá esperando el atraque del gran barco inglés, Reina del Mar, mamá, mi hermano y yo en la cubierta del barco , captando por primera vez con nuestras retinas asombradas y cegadas, esa luz chispeante de rayos, ese sol  hirviendo los cuerpos, esos cerros llenos de casitas apiladas, ese cielo azul sin nubes, papá muy delgado batiendo su pañuelo blanco en la orilla del puerto, mamá llorando a mares y acomodándose el maquillaje, el calor derritiendo en mi cabecita caliente, el cintillo de plástico forrado de terciopelo celeste, mi bebé querido de goma, poniéndose aguado en mis brazos… Al fin después de tres horas de espera y tres años de distancia, abrazarnos los cuatro. Papá nos llevó a la cafetería del Puerto a hidratarnos, recuerdo clarito como nos mostraba las opciones de refrescos y jugos: orange cruch, fanta,  pepsi, coca cola y jugos yukery, fue mi preferido entonces, yukery de mango, llegada gloriosa.

Se hizo de noche, subíamos en un taxi abarrotados de maletas, mamá solo decía: “Qué bonito, parece un nacimiento, parece un Belén”, (todas las casitas alumbradas en los cerros), papá le contestaba: “mañana  de día veras la realidad”.

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