Hay que darle a la rueda, a la nube, al paraguas que abre
y cierra a su antojo, hay que cubrirse los rostros de magia, de encanto, de
austeridad blindada, porque el somier de la vida está en condiciones extremas y
tienes que cambiar de carril, de espaviento, pues el disfraz de tu enemigo ya está muy visto,
nadie lo compra, quedó lleno de polvo en aquel escaparate del pasado cascado, y
no tiene sentido sacarlo a pasear entre el bullicio de los vapores contaminantes
que lo envuelven, cuerpos que traspasan las aceras sin miradas, cuerpos vacíos,
témpanos sin rostro…
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