viernes, 9 de abril de 2010

Pegaso


Todo transcurría veloz. Un caballo con alas me llevaba galopando por los aires, sentía la brisa, el sol, el agua, la vida a 1000 kilómetros por hora. Mi cuerpo no se preparó para el vuelo, pero mi mente si galopaba en el alado animal: sentía a mi pegaso mental.

Sentí la concentración desde niña, cuando frente al espejo personificaba diferentes situaciones y personajes : bailaba, cantaba, hablaba en un éxtasis conmigo misma, con mi mente, pero y mi cuerpo? Dónde estaba? Sólo en aquellos años 70 sentí la necesidad de mi cuerpo, la explosión de mis entrañas, la necesidad de palpar lo que era mío. Y entonces por primera vez voló mi cuerpo junto a mi mente, todo junto, a millón. Los colores no se veían separados, el arco iris los mezclaba en miles de tonos. Cada vez descubría mas mezclas, interminables colores y mezclas, matices del éxtasis cuerpo –mente, del conjunto absorto, perdido en la atmósfera implacable que espera la caída del caballo alado, porque alguien cazando disparó creyendo que era un pájaro y caímos en el áspero suelo de una autopista. La sangre del ala rota bañó nuestro cuerpo ¿ y la mente? La buscamos como locos, hasta que nos dimos cuenta que la noche se la llevaba y la luna de uña cortada se reía de nuestro atore.

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